«Cuando os dirigís al Cielo para que os ayude, para que os sostenga, es como si le pidieseis que os abra un crédito. Pero el Cielo sólo da crédito a aquéllos que se lo merecen. Cuando ve a un ser que está haciendo esfuerzos sinceros y desinteresados, a un ser que emplea su tiempo y sus energías para servirle y para servir a los demás, no puede negarle su crédito y vierte sobre él sus bendiciones. Mientras que aquél que se sirve de los dones que ha recibido del Cielo únicamente para su provecho, o incluso para hacer el mal, ve cómo le cortan el crédito: el Cielo ya no le da nada.
Todas las tradiciones espirituales insisten en este punto: los humanos deben hacer un buen uso de los dones, de las cualidades, de las riquezas que han recibido, porque, si no, ya no recibirán nada del Cielo, e incluso, tarde o temprano, les será retirado lo que tienen. Y poco importa si han sido personajes brillantes en otra vida, o incluso en ésta: van a encontrarse pobres y desnudos.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Antigüedad, Palencia, 17julio 2016 (cortesía de Marga Lamoca)