Un jardín está descuidado, agreste, cubierto de maleza y suciedades.

Entrar puede ser peligroso, y además hay fieras de temible aspecto.

Otro jardín, también en esta tierra, rebosa belleza en su orden y armonía. Manos amorosas lo han construido y lo cuidan.

Para algunos solo existe el primer jardín: la dureza del mundo. Hay que ir siempre machete en mano, para atacar, para defenderse.

Pero otros se esmeran en crear la belleza en cada pequeña cosa y en cada acto: llevan siempre semillas encima para plantar vergeles. Sueñan con hacer crecer ese jardín que ya tiene armonía.

Quieren recrear otro jardín que vive en la memoria lejana.

Un día, esas personas serán reunidas para la germinación del nuevo mundo, dice el pensamiento de hoy.

A veces, sobre todo en el alba, ese Nuevo Mundo nos dice: “guárdame en tu corazón, no estoy lejos”.

Podemos ir cargados de semillas.

Reuniré a las hijas.
Que ayuden a disponer el jardín de la belleza.
Que colmen el jardín hasta que rebose de nuevas flores.
Percibo que se puede esperar una rápida germinación de vida
en el Nuevo Mundo.

Las hojas del Jardín de Morya, I, sutra 449, 1924 Agni Yoga Society, Nueva York,  Imagen: pintura de Nicholas Roerich: “Jalep La” (1936)