Ayer hablábamos de la ignorancia, tan extendida en ese mundo irreal que llamamos maya.

El maya, la ilusión, nos atrapa y nos envuelve sin que nosotros seamos conscientes de ello.

La verdad nos libera, nos rescata de la ignorancia, nos pone en el camino de la sabiduría.

Podemos trabajar de un modo glorioso y bello, nos dice el pensamiento de hoy: en esta frase hay alegoría, pero también hay una verdad muy práctica.

¿Podemos ser agentes de bien? ¿Podemos trabajar por la evolución y no por egoísmo? ¿Podemos realmente sembrar? ¿Puede la dignidad prevalecer?

Los que lo intentan, los que lo consiguen, están siempre con Dios y nunca están solos. Están en otro mundo, estando también en este mundo.

La verdad libera, la ignorancia primero aprisiona y luego asfixia. Esta es otra de nuestras elecciones.

En el mundo hay dos clases de seres: los sabios y los ignorantes. Esta sabiduría es la que nos interesa. La religión que un hombre profese, la raza a que pertenezca, importan poco; lo realmente importante es que los hombres conozcan el plan Divino. Porque el plan de Dios es la evolución. Una vez que el hombre realmente lo reconoce, no puede sino identificarse con sus designios y trabajar de acuerdo con él, porque es tan glorioso como bello. Así, conociéndolo, permanece al lado de Dios, firme para el bien y resistente contra el mal, trabajando para la evolución y no por egoísmo.

A los pies del Maestro, I, Jiddu Krishnamurti, 1929. Foto: en el desierto de Akkakus, Libia, diciembre 2006