Para algunos, el mundo invisible ya es visible, lo sutil es ya cotidiano.

Para ellos la vida terrena se ha fundido ya con las otras manifestaciones, las más elevadas.

Alma y personalidad están alineados, y en el silencio del alba se atisba la música de las esferas.

Podemos subir ciertos escalones para estar comunión, para entrar en ese mundo.

Desde esa comunión la belleza del mundo se instala en el corazón.

Enfrente tenemos esos escalones, para subir.

Nuestros ojos verán entonces el Mundo Invisible.

Una vez se le preguntó a un eremita cómo podía vivir él en un continuo silencio. Él muy sorprendido contestó, “Por el contrario, yo nunca estoy en silencio, yo estoy conversando constantemente – son tantas las visitas que recibo.” El eremita había sido atraído tanto al Mundo invisible que este Mundo se había hecho completamente perceptible para él. La plegaria se hizo comunión y aquel Mundo se afirmó en toda su magnitud. Para un espíritu como el del eremita la transición al Mundo Sutil es completamente imperceptible.

En medio de los discursos sobre el Bien, uno puede ascender uno o todos los escalones. Al principio, la oración es externa, luego se emite desde el corazón y después se vuelve una comunión con el Bien.

Aum (1936), sutra 41, Agni Yoga Society, Nueva York. Imagen: Pintura de Nicholas Roerich: “Messengers of Morn”, 1917