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El Año Nuevo es como un cuaderno limpio, lleno de infinitas posibilidades.

Nos manda Belén esta preciosa invocación de Aïvanhov, que no habla de felicidad, pues va más allá de lo que entendemos por felicidad.

Se invocan para nosotros todas las bendiciones del Cielo para que seamos conductores del amor divino.

Si: instrumentos de la divinidad aquí en la tierra, para intentar hacer el bien, en pensamiento, palabra y acción.

Se nos dice que cada día puede ser ocasión para glorificar al Creador, y ya solo en ese recuerdo hay curación, savia nueva.

Tenemos una gran fuerza a nuestro alcance: una fuerza amorosa, potente, que mana sin cesar.

El comienzo es importante, y estamos al comienzo.

Porque vida puede cambiar, y hacerse sagrada, mágica, verdadera.

En el primer día de este nuevo año, deseo invocar para vosotros todas las bendiciones del Cielo.

Que vuestro cuerpo esté sano y vigoroso; que vuestro corazón se colme de pura alegría espiritual; que vuestro intelecto reciba la luz verdadera que ilumine vuestro camino; que vuestra alma se convierta en la conductora del amor divino; y que vuestro espíritu, libre de todo obstáculo, escape de todas las prisiones físicas y psíquicas.

Deseo que permanezcáis unidos a la gran jerarquía de las entidades del cielo, con el fin de trabajar con ellas para el establecimiento del Reino de Dios en la tierra.

Deseo finalmente que seáis capaces de superar cada obstáculo que se alce ante vosotros, con el fin de que cada día sea una ocasión para glorificar al Creador.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86). Imagen: Óleo de Dora Gil: “Sembrando amor” http://www.doragil.com