Sobre este tema volvemos una y otra vez.
La materia es donde debe expresarse nuestra realidad, que es el espíritu, nuestro Ser.
Es importante recordarnos quiénes somos en todo momento, e intentar en nuestra manifestación terrena estar a la altura de ese Ser.
La materia es como la piedra en manos del escultor, puede alcanzar elevados grados de expresión.
La integración de ambas realidades es la que propicia seres humanos plenos.
En plenitud, el hombre manifiesta también su naturaleza divina.
Jesús, el Buda, son ejemplos de la plasmación aquí en la tierra de esa naturaleza divina.
Nos inspiran cada día.
El espíritu y la materia… He aquí una cuestión sin fin porque, bajo diversas formas, el espíritu y la materia, son lo masculino y lo femenino, lo positivo y lo negativo, lo emisivo y lo receptivo, el cielo y la tierra. No hay nada más importante que estos dos principios, masculino y femenino. Pero debemos comprender cuál es su lugar y su papel respectivos para no privilegiar uno en detrimento del otro. Los humanos siempre tienden a ir hacia los extremos: bien se concentran únicamente en el espíritu y desprecian la materia; bien se concentran en la materia y abandonan el espíritu. Esto es lo que sucede en la actualidad dónde tanta gente es atrapada por la materia sin tratar jamás de introducir en ella el espíritu. Entonces, la materia permanece inerte, inanimada, y termina engulléndolos.
Si los hombres y las mujeres pueden estar tan llenos de vida y ser tan expresivos, es debido al espíritu que habita en ellos y que anima su materia. Esto es tan cierto que, cuando a su muerte el espíritu abandona al ser humano, no queda más que enterrarlo. Siempre es el espíritu quien actúa a través de la materia, es él quién le da la vida. Pero sin la materia el espíritu no puede manifestarse.
Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86): pensamientos cotidianos. Foto: niños dibujando en la guardería del dispensario de Pilkhana, Howrah, Calcuta. 22 febrero 2010