«El discípulo de una enseñanza espiritual aprende a entrar en relación con todas las fuerzas vivas de la naturaleza. Cuando abre su ventana, por la mañana, empieza por saludar al cielo, al sol… levanta la mano para saludar al día y a toda la creación, y con este gesto establece ya un contacto. A los árboles, a las piedras, al viento, les dice: «¡Os saludo!, ¡os saludo!» y ellos le responden. Saluda también a los ángeles de los cuatro elementos: los ángeles de la tierra, del agua, del aire y del fuego, pero también a los gnomos, las ondinas, los silfos, y las salamandras, y todos se ponen a cantar, a bailar: ¡y se sienten felices!
Por la mañana, saludando a la naturaleza sentiréis interiormente que algo se equilibra, que se armoniza. Muchas oscuridades y pesares os abandonarán, simplemente porque estaréis en contacto con la creación y todas las entidades que la habitan.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (!900-86). Pensamientos cotidianos. Editorial Prosveta. Imagen: Guadahortuna, Granada, 2016 (cortesía de Neyzen Hamza Castro)