El invierno es tiempo para encender la luz interior.

La luz interior serena, alimenta, purifica, vivifica, se nos dice.

El interruptor está dentro, en un lugar al que solo puede acceder cada cual.

Cuando lo activamos, entra a raudales otra consciencia y se disipan las tinieblas interiores.

Nos desconectamos de nuestra pequeña historia y nos conectamos a la Gran Historia.

Nos proyectamos a la libertad, a lo infinito, a los esplendores celestes.

Abrazamos el sol, las estrellas.

El interruptor está ahí, esperando que lo activemos.

De cada Iniciado que lleva dentro de si el Cristo vivo, sale siempre una luz, una luz que serena, que alimenta, que purifica, que vivifica… Un día, otros perciben  desde lejos esta luz y sienten que algo especial se manifiesta a través de este ser. Y este algo, precisamente, es Cristo.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Navidad y Pascua en la tradición iniciática”, Colección Izvor, Editorial Prosveta, página 26. Cielo en el Gobi Occidental, Mongolia, 26 junio 2007