Se nos habla del yo superior (alma) y del yo inferior (personalidad o ego).

El primero es la esencia, lo que permanece, el segundo es lo efímero y transitorio.

Ocurre que los seres humanos podemos vivir la vida solo desde la personalidad.

La máxima expresión de ello es el paradigma materialista, en el que la satisfacción de los deseos del ego se convierte en el eje central de la vida.

Esa satisfacción, como el mismo ego, es efímera, transitoria.


Pero también tenemos la posibilidad de contactar con el yo superior, uniendo así alma con la personalidad.

(La unión, el yoga).

La personalidad manifestará entonces las cualidades del alma: pureza, contento, sabiduría.

La personalidad irradiará entonces la luz del alma.

Ese es el camino al que se nos invita: a vivir en plenitud.

«El ser humano se halla situado en el límite de los mundos superior e inferior. La religión cristiana ha expresado esta idea con la imagen del ángel guardián que se alza a su derecha y del demonio que se alza a su izquierda. El ángel aconseja al hombre, le ilumina, mientras que, por su parte, el demonio quiere inducirle a error para poder hacer de él su víctima. Es una manera un poco simple de presentar las cosas, pero corresponde a una realidad.

Estos dos mundos superior e inferior en el límite de los cuales se halla situado el ser humano, son sus dos naturalezas, inferior y superior. Según su grado de evolución, da prioridad a una o a otra, y es así como entra en contacto con los espíritus de las tinieblas o con los espíritus de la luz. Algunos dirán que no creen en las entidades del mundo invisible. Lo crean o no, esto no cambia nada: su naturaleza inferior y su naturaleza superior están ahí y es imposible no ver como se manifiestan. A cada uno le corresponde saber bajo qué influencia quiere situarse.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Foto. Cielos en Sierra Morena, 18 de diciembre 2013 (Javier León)