En la regiones de arriba hay información desconocida en las regiones de abajo en la que normalmente habitamos.

Figuradamente, cada día podemos hacer una excursión a esas regiones, en las que existe el esplendor.

La nieve recién caída, en un día de sol, produce infinidad de destellos en el suelo, luces brillando por todos lados.

En las regiones de arriba recogemos esas luces, esos diamantes, que nos iluminan, que nos llenan de energía.

Las regiones de arriba están en  nuestro interior.

En el el silencio meditativo de las cinco de la mañana, la duda se convierte en certeza, las dificultades de la tierra se ven desde otro ángulo.

Y cada hora, cada instante, podemos conectarnos, entrando en la consciencia del alma.

Viajar arriba cada día, visitar nuestro interior, recuperar el hilo que nos une a lo divino, al Ser…

Es el comienzo de la nueva vida a la que aspiramos.

No es posible ninguna interpretación correcta de los Libros sagrados sin una disciplina basada en el desarrollo de nuestros órganos espirituales. Desarrollando estos órganos es cuando adquirimos la facultad de proyectarnos hacia los mundos superiores para hacer en ellos investigaciones. Desde abajo, sólo se puede percibir una realidad fragmentada. Mientras no percibamos un orden, una estructura, es decir los lazos que unen todos los elementos, todos los niveles de la creación, no podremos interpretar correctamente unos textos que se inspiraron en la visión de la unidad divina.

Los Libros sagrados de la humanidad son la transcripción de experiencias que realizaron unos seres en el mundo de arriba, un mundo que no es el que percibimos con nuestros cinco sentidos. Por tanto, para comprender a estos seres, para conocer su pensamiento, debemos como ellos ir a buscar arriba, con el fin de ver lo que han visto y sentir lo que han sentido.

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: «Bogdo Ula» (!927), Pintura de Nicholas Roerich