Hoy se nos convoca a pensar en el alma, en el Ser superior de los niños.

Un niño en brazos es una oportunidad para llenarle de bendiciones, para animarle a encontrar su divinidad, para enviarle rayos benéficos.

Para susurrarle y recordarle que su vida puede ser vivida conforme a su naturaleza divina.

Si, podemos proyectar en el ánimo del niño el camino del bien y de la luz.

El bien y la luz…, el camino de la liberación.

El que da siempre recibe, siempre insistimos en ello.

El ángel recompensa enviándole rayos de alegría, se nos dice. Y esos rayos lo iluminan todo alrededor y calientan por dentro.

Y esos rayos de alegría pueden volver al mundo desde nuestra mente y nuestro ánimo.

En esta foto de la niña de la Casa de la Alegría hay mucha luz.

Los niños muy pequeños, incluso los bebés que acaban de nacer, no sólo son unos cuerpecitos. Por esto aquellos que se ocupan de ellos deben pensar en su alma, en su espíritu. Si lo hacen, pronto sentirán que atraen hacia ellos las bendiciones de su ángel guardián. Porque junto a cada niño existe un ángel que se ocupa de él, que quiere su elevación; pero a menudo encuentra grandes dificultades en su tarea, porque este niño se halla expuesto a todo tipo de influencias caóticas por parte de adultos inconscientes.

El ángel guardián vela, vigila, pero en el plano físico está muy limitado. Por esto se siente tan feliz cuando ve junto al niño al menos una persona que piensa en su alma, que le muestra el camino del bien y de la luz, que le rodea de influencias armoniosas; y le recompensa enviándole rayos de alegría.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Imagen: fiesta de fin de curso de Anand Bhavan (la Casa de la Alegría), del programa Colores de Calcuta, abril 2010