En el pensamiento de hoy cambiamos la palabra “cielo” por “alma”.

Si, el alma habla muy bajo, sin estridencias. Tan bajo, que si no prestamos atención no escuchamos su voz.

Nos susurra esto o aquello, pero si no estamos atentos ese susurro se pierde.

El ruido interno y externo nos separa de esa voz, que es la de nuestro Ser.

Y entonces su sabiduría no llega, su foco de luz no nos ilumina.

Por eso hay que hacer espacio y silencio para escuchar esa voz.

Porque la realidad que permanece es el alma, porque somos un alma.

El contacto con el alma todo lo transforma.

Ante un desengaño, un fracaso, un accidente, a veces pensáis: «Sí, es cierto, algo me había advertido. ¡Era como una voz en mi interior, pero tan débil, tan suave!…» Y vosotros no quisisteis oír esta voz que quería preveniros y preferisteis seguir las voces que os hablaban muy a menudo y con gran fuerza para induciros a error.

Pues bien, sabed que el Cielo habla suavemente y sin insistencia: dice las cosas una vez, dos veces, tres veces, después se calla, y peor para vosotros si no le hicisteis caso. Sí, la voz del Cielo siempre es extremadamente suave, melodiosa y breve. La intuición no insiste mucho más. Y si no estáis atentos, si no distinguís esta voz, porque el estruendo de vuestros deseos y de vuestras codicias retiene vuestra atención, no os quejéis si os extraviáis.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. www.prosveta.es. Foto: mujeres a las afueras de Ahmedabad, Gujarat, India, 30 abril 2009