Hoy se nos habla del estado al que podemos acceder cuando rompemos la trama que nos encadena a la rueda de la vida.

Es un estado de gracia del que surge el  hombre “fuerte, poderoso y sabio, que emplea poderes divinos, que trabaja con los divinos Compañeros”.

La separatividad y el materialismo constituyen todavía el patrón más poderoso en nuestra psique individual y colectiva.

Y el deseo, el temor, la ambición, la pasión, forman el engranaje vital en el que nos desenvolvemos la mayor parte del tiempo.

Una y otra vez se nos llama a iniciar el camino hacia la liberación.

Ese camino, en el que nos encontraremos con los divinos Compañeros, en el que nos acompañarán grandes y poderosas fuerzas, exige ciertas renuncias.

Renunciar a nuestra mente pequeña y calculadora para entrar en la mente grande, en el mundo del Yo superior, del alma.

Y entones ya nunca caminaremos solos y podremos vivir la hermosa frase de Jesús “MI Padre trabaja y yo trabajo con Él”.

El Hombre Espiritual está enredado en la trama de las emociones: deseo, temor, ambición, pasión, e impedido por las formas mentales de la separatividad y el materialismo. Cuando la trama se rompe y se vencen del todo aquellos obstáculos entonces se yergue el Hombre Espiritual en su propio y dilatado mundo, fuerte, poderoso y sabio. Emplea poderes divinos, con designio y energía divinos, trabajando junto con los divinos Compañeros. A semejante hombre se dice: “Eres ahora un discípulo, capaz de mantenerte en pie, capaz de oir, de ver, de hablar; has vencido el deseo y adquirido el conocimiento de ti, has visto tu alma en flor, la has reconocido y oído la voz del silencio.

Charles Johnston. “Los yoga sutras de Patanjali”, Editorial Kier, Buenos Aires, comentario al sutra 48 del Libro III. Imagen: Camino de Santiago, Monte del Perdón, Navarra,17 julio 2012