A través de nuestra palabra, se nos dice, puede crearse magia.

Rara vez nuestras palabras surgen del manantial del amor y de la luz. Al contrario, con frecuencia se originan en las ciénagas que los humanos hemos creado.

Nuestra consciencia sobre este asunto es muy pobre todavía, y por ello nuestra palabra nace contaminada, hiriéndonos unos a otros.

Prestamos poca atención al mundo invisible, y sin embargo la palabra amorosa llega a los últimos rincones, siempre vivificando.

Si: la palabra puede ser moldeadora de la materia si está llena de amor y de luz, y en ese caso puede producir efectos en el mundo visible y en el invisible.

Hablar menos, hablar con amor, he aquí un trabajo verdadero.

Que nuestra palabra llegue siempre del manantial más puro.

Demasiada gente habla de magia sin saber lo que es un mago. Un verdadero mago es un creador que posee ante todo una ciencia. Pero esta ciencia debe también ser sostenida y vivificada por el amor. En este momento, las palabras que pronuncia son verdaderamente palabras mágicas, porque están llenas de esta luz y de este amor que las hacen ser poderosas hasta el punto de gobernar sobre la materia. La palabra sólo puede ser creadora, sólo puede actuar sobre la materia para modelarla, si está llena de amor y de luz.

Cada criatura de Dios tiene la posibilidad de poseer un día esta palabra mágica. Así pues, si también vosotros trabajáis con la luz y el amor, vuestras palabras producirán efectos en toda la creación, en el mundo visible y en el mundo invisible: pondrán en marcha no sólo a los humanos, sino también a los espíritus de los cuatro elementos, los ángeles, los arcángeles y las divinidades.

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Acuarela de Dora Gil: “Niñez” http://www.doragil.com