Aïvanhov habla muchas veces de las bendiciones del cielo que se derraman sobre nosotros.

Para captarlas es preciso quitarnos ciertas capas opacas.

Poco a poco, según la materia densa se va aligerando, ese contacto es más y más fluido.

Cada día nos ofrece pequeños diamantes que brillan al sol, aquí y allá. Son recordatorios.

Estar en comunión con lo divino exige cerrar ciertas puertas, saber decir “no”.

Todo nos ha sido ya revelado y cada uno de nosotros podemos elegir.

Al igual que para cualquier otra actividad, el trabajo espiritual sólo puede dar resultados si nos dedicamos a él con paciencia y perseverancia… Alguien vino a quejarse a mí:

«Usted nos habla sin cesar del mundo divino, de las entidades luminosas con las que podemos entrar en contacto mediante el pensamiento. ¡Pero, cuántas veces lo he intentado y no lo he conseguido, no siento nada, sólo el vacío!»

Que no hayáis todavía obtenido resultados, no prueba que os esté desorientando. Lo que sucede es que las capas opacas de la materia psíquica que os envuelven, os impiden sentir la presencia del mundo divino y de los habitantes que viven ahí, y que son reales. Como no sentís nada, imagináis que no hay nada. Pero no, hay algo, continuad… El trabajo espiritual, más que cualquier otro, exige constancia. No dejéis de esforzaos y sentiréis poco a poco cómo se abre un camino ante vosotros, cómo se restablece un puente con las regiones superiores. Un día, incluso, os bastará con concentraros algunos minutos en estas regiones para sentir enseguida cómo se derraman sobre vosotros las bendiciones del Cielo.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Editorial Prosveta. imagen: Pintura de Nicholas Roerich, “And we open the gates”, 1922