Hablamos con frecuencia de los pensamientos puros y elevados.
Un pensamiento puro tiene una vibración especial, que es perceptible también a nivel físico, en el interior, donde se produce un alineamiento, un orden.
El pensamiento impuro genera el efecto contrario a efectos de vibración, y también en el interior, donde genera desparrame, desorden, confusión.
El antiguo aforismo “así como pensamos en nuestro corazón, así somos” va más allá de una manifestación interior y tiene su expresión en el plano físico: en nuestra mirada, en nuestras expresiones, en los surcos que la vida y los años van dejando en nuestro rostro.
Mirándonos atentamente al espejo podremos entender el efecto de los pensamientos puros e impuros sobre nuestra realidad física.
Por eso volvemos al pensamiento, que, en bonita alegoría, tiene la capacidad de convertir nuestras vidas en un faro de luz, que puede disipar la oscuridad.
Si: nuestro pensamiento puede ser contaminante o clorofílico, puede ensuciar o regenerar.
Hay mucha suciedad y miseria en el pensamiento humano, que luego se traslada a la realidad física.
Pero también podemos elegir ser un faro de luz, recordando esa frase que siempre reconforta: “mi Padre trabaja y yo trabajo con Él”.
La vibración de los pensamientos puros puede extenderse y llegar al mundo entero. Mi vida entonces podrá entonces realizar el trabajo de un faro.
Wisdom for the day, Brahma Kumaris Worls Spiritual University. Imagen: fiesta de fin de curso de Anand Bhavan (la Casa de la Alegría), del programa Colores de Calcuta, abril 2010