Hay un saber y una práctica que nos transforma cada día.
Poco tiene que ver con el conocimiento racional, con los datos, con el intelecto.
Tiene que ver con la conexión que podamos establecer con nuestra realidad espiritual y a partir de ahí con los mundos sutiles.
Frecuentar los mundos sutiles no significa abandonar nuestra realidad material. Al contrario, permite vivir la materia con otra mirada y otra comprensión.
Una comprensión que empieza poco a poco a abarcarlo todo, y que nos permite entender con otros ojos.
El ser humano ha recibido el regalo de poder vivir en consciencia, y vivir en consciencia es una opción individual.
Conviene no retrasarnos. Cuando antes podamos vivir en la mayor consciencia, mejor.
Estamos en la tierra, pero nuestra verdadera patria es el Cielo, el mundo divino, y los conocimientos que debemos adquirir para vivir nuestra vida terrenal y nuestra vida celestial son evidentemente diferentes. El saber oficial que recibimos en las escuelas y universidades, nos proporciona todas las posibilidades materiales: una posición, dinero, prestigio. Pero este saber no nos transforma, y continuamos teniendo las mismas incertidumbres y debilidades. Mientras que el saber iniciático quizás no nos proporciona ni una situación, ni prestigio, pero nos transforma, y al transformarnos nos da acceso al mundo divino. Como los humanos están más interesados en lo que les aporta ventajas materiales, buscan el saber oficial. Desgraciadamente, este saber no es duradero; no se puede transportar al otro mundo, sólo se adquiere para una encarnación. Y ¿qué es una encarnación? Un sueño, un sueño efímero. Mientras que el saber iniciático que nos transforma y nos da el sentido de la vida, se imprime en nosotros para la eternidad.
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, www.prosveta.es. Foto: volando el 20 de mayo de 2010
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