Hoy se nos habla del comienzo de la nueva vida, que todavía parece lejana.

Pero los humanos hemos avanzado y ya hay muchos millones de personas en la tierra cuya mirada refleja alegría, luz y amor.

La ley oculta es que dando recibimos, y que cuando damos llegan como un torrente la alegría y la plenitud.

Hay una riqueza que no requiere de bienes ni dineros, y que todos podemos crear en nuestro interior para luego compartir.

Cuando eso se produce el día es invadido por chispas divinas, que manifiestan aquí y allá el esplendor de la vida.

Salir a la vida con la confianza y la alegría de sabernos almas inmortales.

Salir a la vida para decir gracias.

Salir a la vida para recordar la magia de estar vivos.

La madre y el niño en brazos miran a lo alto, donde el cielo es siempre azul.

¿Qué será la nueva vida? Imaginad que salís por la mañana de vuestra casa para ir al trabajo, y que en vuestro camino os encontráis con decenas de personas que os dirigen, cada una de ellas, una mirada llena de alegría, de luz y de amor… He aquí lo que será la nueva vida. Por el momento, desgraciadamente, la realidad es justamente lo contrario, nos cruzamos en la calle a tanta gente que lanza miradas tristes, inexpresivas u hostiles, que estamos desmagnetizados. Uno se pregunta cómo esta gente debe comportarse con su familia, y sobre todo, ¡cómo pueden soportarse! ¿Por qué son tan avaros de una sonrisa, de una buena mirada, de todo lo que puede inspirar la alegría, la confianza? ¿Qué puede perderse en dar, de vez en cuando, algo de uno mismo? El día en que los humanos conozcan su riqueza y sepan distribuirla, será el comienzo de la nueva vida.

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: escena de «El árbol de la vida», de Terrence Malick