Consciente e inconscientemente pedimos al Cielo.

Nuestros deseos y peticiones, ¿Nos atañen solo a nosotros y a nuestro pequeño círculo? ¿Atañen a las posesiones?

Podemos trascender todo ello, y pedir para que la luz y la sabiduría iluminen la humanidad.

Podemos pedir que cada ser humano despierte a su realidad última, para salir de la ilusión, del samsara, para encontrarse.

Pedir ser sabios, amorosos.

Luz, amor, sabiduría son plegarias que cuentan.

El Cielo escucha en silencio.

“Dinero, posesiones materiales, éstas son las peticiones que se oyen por todas partes. Incluso el Cielo se siente acosado por estas reclamaciones y está desbordado. Evidentemente, «desbordado» sólo es una manera de hablar: el Cielo siempre puede, si lo considera oportuno, dar inmediatamente a cada uno todo lo que quiere. ¿Pero es que no hay nada mejor que pedirle satisfacciones materiales?

El Cielo acepta recibir vuestras peticiones, sí, pero espera que le pidáis la luz, el amor y la sabiduría, que os permitirán también ayudar a vuestra familia y a vuestros amigos. Pedid fuerza para cumplir la voluntad de Dios, pedid participar en la llegada a la tierra de su Reino de paz, de amor y de vida eterna… Cómo tales oraciones son extremadamente raras, el Cielo dirá: «¡Oh! ¡He aquí un ser que no se asemeja a todos los demás! Ocupémonos de él primero, vamos a satisfacerle.» Mientras, a las otras peticiones, responde: «¡Paciencia, ya veremos esto más tarde!»”

Omraam Mikhäel Aïvanhov. Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta: Foto: paisaje en Mongolia, junio 2007