El Bhagavad Gita es siempre fuente de inspiración, de certeza.

Hay un manantial de vida eterna al que podemos dirigirnos, que está siempre ahí, manando agua viva.

Es un gorgoteo constante, cada gota de agua es purificadora por dentro y por fuera.

Según disminuimos nuestra obsesión con el yo y lo mío, que es el yo inferior, ampliamos nuestro horizonte y surge otro yo, el superior.

Nuestra mente pequeña se desactiva y da paso a la mente grande.

¿Podemos estar en silencio interno, siempre en armonía, firmes en nuestra fe y devoción, como sugiere el Gita?

¿Podemos encontrarnos cada día con el Divino, como también se nos dice en esta joya?

En cada rostro, en cada ser, encontramos una traza de la divinidad si estamos muy atentos.

Ante nosotros se abren hermosísimas posibilidades, que quizás podremos captar solo desde la mayor humildad.

Asimismo es mi amado aquel que no siente gozo ni aversión, ni abriga tristeza ni deseo; que manifiesta la misma serena actitud ante lo agradable que ante lo adverso, y que Me profesa devoción.

Aquel que se muestra inalterable ante el amigo y ante el enemigo; en el honor y en el oprobio; en el frío y en el calor; en el sufrimiento y en el placer, libre de afectos; que por igual recibe la alabanza y el vituperio, silencioso, siempre en armonía, firme en su fe y devoción, tal es mi amado.

Mas aquellos que, henchidos de fe y amor, Me consideran su Fin supremo; aquellos que escuchan mis palabras y se encaminan al manantial de eterna vida, éstos son verdaderamente a quienes Yo amo con predilección.

Bhagavad Gita. Cap. 12: Sutra 17-20, Arkana. Penguin Books, versión de Eknath Easwaran. Las versiones en castellano e inglés no corresponden exactamente pero corresponden a  los mismos sutras. Foto: niñas en el dispensario de Pilkhana, Howrah, India, 1.2.2011