Ayer finalmente llovió con generosidad y era tema de conversación en muchos encuentros.

La lluvia bendita que alivia no sólo a la tierra sino también nuestro ser.

Si: la falta de agua y de riego convierte el vergel en desierto.

También en nuestro interior cuando el agua no fluye, todo se seca hasta morir.

Hoy se nos previene para que el desierto no se instale en nosotros, para que la vida fluya dentro.

Nuestro interior tiene sed y reclama el agua de vida, agua verdadera.

Y si no hacemos fluir ese agua, algo morirá dentro…

Cuando el agua fluye todo cantará, todo florecerá, se nos dice.

Nunca cerréis el corazón, nos dice Aïvanhov…

¡Cuántas tierras se han convertido en desiertos a causa de la falta de agua! Pero también ¡cuántos desiertos en los que se ha podido llevar agua, han sido transformados en tierras fértiles! El agua es la vida que circula. Entonces, si queréis vosotros mismos convertiros en una tierra fértil, dejad siempre fluir el agua, la vida. Y no os ocupéis por saber qué árboles serán los que crecerán, florecerán y darán frutos, ni qué pájaros vendrán a cantar en estos árboles.

Alguien dirá: «Pero yo quiero, en principio, saber cuál será el lugar de este árbol o de este pájaro, y sobre que rama irá a cantar.» Pues bien, si espera conocer todos estos detalles antes de decidirse a dejar fluir el agua, pasarán siglos y ninguna hierba crecerá, ningún pájaro cantará. Dejad pues fluir el agua, veréis entonces cómo todo encontrará su lugar, cómo todo cantará, todo florecerá. Dejar fluir el agua significa no cesar nunca de amar. Suceda lo que os suceda, nunca cerréis vuestro corazón, porque será entonces cuando dejaréis que el desierto se instale en vosotros. Los demás tal vez no tienen necesidad de vuestro amor, pero vosotros, tenéis necesidad de amar.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: mujer descansando en la calle, Pilkhana, India, 6 febrero 2012, foto de Olga María Diego<http://www.OMDphotography.com>