El agua en el amanecer fluye por el grifo, limpia y cristalina.

El primer café caliente nos conforta.

Por la tarde llegan imágenes de muchas puestas de sol, con cielos como el de ayer, de todos los colores, que ahora se comparten más y más gracias al milagro de internet.


En el camino nos encontramos con bellas estampas, como ésta de hoy tomada el lunes.

Y si: el alma se dilata, y en la tierra hay muchas personas haciendo el bien.

Por eso habla Aïvanhov pide que tomemos conciencia de las riquezas.

De las verdaderas riquezas: la mayor de las cuales es la Unión a la que se nos invita cada día.

«Esforzaos en tomar conciencia de todas las riquezas que Dios os ha dado, y vuestro corazón se llenará de amor, y sólo pensaréis en ayudar a los demás, iluminarles. Aquél que se siente rico no puede guardar para sí todo lo que posee, está obligado a distribuirlo. Mientras que aquél que no es consciente de sus riquezas, que se pasa el tiempo enumerando lo que le falta, evidentemente se siente resentido con todos aquellos que cree son más ricos que él; así pues, la única solución consiste en atacarles para coger o para destruir lo que, según su opinión, tienen en exceso y que debería pertenecerle. Siempre se trata de la pobreza, de la pobreza bajo todas sus formas – material, moral, espiritual – que es el origen de todos los crímenes. Así pues, si queréis ser un bienhechor de la humanidad, sentios ricos con todas las riquezas que Dios os ha dado y que nadie puede arrebataros.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Camino de Santiago, cerca de Portomarín, 21 mayo 2013 (Javier León){jcomments on}