Pero nuestra vida no es solo la materia, no acaba con el fin de la materia. Existe una trascendencia.
¿Qué somos realmente?: el ser, el alma, el centro, el punto de quietud, podemos llamarlo de muchas maneras. Y cuanto más conscientes seamos de nuestra realidad última, más armónica podrá ser nuestra expresión en la materia. Somos el espíritu que habita la materia, que tiene que expresarse a través de la materia.
Es importante volver al origen cada día para preguntarnos “quién soy”, y al respondernos (“soy el ser, soy el alma”), recuperar el sentido de la trascendencia.
No hace falta hablar de religión. Sí hace falta recuperar el sentido de trascendencia.
La vida entonces puede abrirse ante nosotros en todo su esplendor.
“No arreglaremos nada, absolutamente nada, con modificar leyes políticas o sociales, si no arreglamos antes al hombre. Hay que empezar desde los cimientos -la educación es la clave- y darle al hombre el sentido de trascendencia que tuvo siempre al margen de la religión en concreto. El ensayo que hemos hecho de un hombre sin trascendencia nos ha conducido a esto”.
Mario Conde, entrevista con Fundación Ananta (abril 2008). Foto: desiertos centrales, Libia, diciembre 2006, autor Alex Roca-Cusachs