El pensamiento de hoy hila con el de ayer, en el sentido de la necesidad de purificarse por dentro para recibir ciertas corrientes.

Se habla de la posibilidad de que el ser humano “sea como un cristal transparente que deja pasar la luz celestial”.

La conexión con el Divino convierte al ser humano en su instrumento en la tierra.

Pero tenemos que buscar las condiciones adecuadas, porque si en nuestro interior hay caos y desorden es imposible que esa conexión tenga lugar.

Entro en mi interior y me conecto con el alma, me dirijo arriba y me conecto con el alma universal, y así recargado salgo afuera para vivir la vida cotidiana desde la mayor consciencia, esa es la triple secuencia.

«Los creyentes no tienen una idea más justa de la religión de la que puedan tener los no creyentes: se imaginan que es suficiente arrodillarse en una iglesia o en un templo y recitar unas oraciones para sentir que están en presencia del Señor. Pues bien, no, sólo podemos sentir la presencia del Señor cuando nos hemos lavado interiormente. Un cristal en el que se ha acumulado el polvo y el hollín no deja pasar la luz del sol; de igual forma, un ser que no se ha liberado de sus impurezas no puede sentirse penetrado por la presencia divina.

Siempre hay un trabajo a hacer: mañana y tarde hay que pensar en esta limpieza. Analizando vuestros estados interiores, vuestros pensamientos y vuestros sentimientos, esforzándoos por dominarlos y orientarlos por la vía del bien, llegaréis a ser como un cristal transparente que deja pasar la luz celestial. Y entonces, sí, sentiréis la presencia del Señor.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: participantes del X Contigo somos + Paz, 20 septiembre 2015