El pensamiento de hoy enlaza con los de días pasados de preparar nuestro interior para una visita importante.

Los momentos de comunión pueden ser fugaces pero también permanecen si se dan las condiciones adecuadas.

La atención consciente es la antesala para conectar con nuestra esencia, desde donde captamos otra realidad.


Cuando hacemos ese espacio, no estamos solos.

El sabio, se nos dice, no vive de espaldas a las manifestaciones del mal en el mundo y a sus sufrimientos, pero también sabe que cada instante de comunión nos convierte en luces para disipar la oscuridad.

Cada uno de nosotros puede así contribuir su pequeña parte a dejar pasar la luz y airear la vida.

A contrarrestar el mal con el bien, la ignorancia con la sabiduría.

Es asunto de masa crítica, de millones y millones de personas viviendo en dignidad.

Decíamos antes que no estamos solos.

«Las entidades luminosas no se detienen en aquél que no vibra al unísono con ellas, por esto la inspiración, la alegría y el éxtasis para la mayoría de los humanos no son sino momentos muy fugaces. Para que duren, hay que dar a estas entidades las condiciones que necesitan y preparar todo su ser no sólo para recibirlas sino para retenerlas.

¿Cuál es la causa de que el sabio sea feliz?… Aunque no cierre los ojos ante todas las manifestaciones del mal en el mundo y los sufrimientos que de ello se derivan, siempre está atento al paso de las entidades luminosas y las acoge, les ofrece una morada en su interior. Es consciente de que ofendería al Cielo si dejara perder las riquezas y las bendiciones que derrama sobre nosotros cada día. La gran debilidad de los humanos no es sentir el mal, sino de quedarse ahí recordando una y otra vez lo que es negativo.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: en el camino al Kanchenjunga, Sikkim, India, 7 mayo 2005