«Cualesquiera que sean los éxitos, las victorias que obtengáis en vuestra vida interior, seguid siendo modestos. Y para ser modestos debéis pensar que el mérito no os corresponde a vosotros, sino al Señor que os ha dado estos dones, estas cualidades para franquear los obstáculos. Así que, cada vez que lográis un éxito, decid: «No es a mí, Señor, no es a mí, sino a tu Nombre a quien corresponde esta gloria.» Si no, os arriesgáis a caer en las trampas del orgullo y de la vanidad, como ya les ha ocurrido a muchos. Así que, cuando os feliciten, cuando os digan que sois magníficos, extraordinarios, repetid esta fórmula: «No es a mí, Señor, sino a tu Nombre a quien corresponde esta gloria.» Sin quererlo, los demás pueden tenderos trampas; os dicen tanto que sois esto o aquello que acabáis creyéndolo, y esto es peligroso. Hay que trabajar para la gloria de Dios, y si os alaban, trasladadle a Él estas alabanzas. En función de esta actitud, el Cielo ve si sois verdaderos servidores de Dios. En cuanto a vosotros, sabed que vuestra verdadera gloria no es vuestra gloria personal, sino la gloria de Dios.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: escena en la provincia de Palencia. 22 de febrero de 2016 (cortesía de Marga Lamoca).