Las flores de la foto recuerdan el lugar del accidente en el que murió el niñito.

Su madre las riega y cuida todos los días, y se acerca desde la casa próxima. No falla nunca.

El niño, comentan, es ahora una estrella en el cielo. Tenía una mirada limpia y luminosa. Y una belleza como la del Principito.

Ahora es una estrella en el cielo pero los bonitos ojos de la madre han cambiado el tono de tanto lloro y tanta pena.

Pero la pena de esta madre, de este padre, de estos abuelos, de la maestra y de la hermana no nos deben ser indiferentes, como tampoco debe serlo el dolor de la humanidad.

Podemos, aún sin conocerlos, acogerlos en nuestro pensamiento para enviarles amor y curación.

Podemos intentar vivir cada instante desde la dignidad para plantar esa dignidad como contrapeso al dolor de esta madre y del mundo.

Porque nuestra dignidad, en el saldo final de todo lo que ocurre, es la mejor oración por los que sufren.

Tu fe debe ser ardiente.
Y debes mirar adelante sin expectativa alguna.
Nada esperes., sólo se consciente del movimiento de una brizna de césped.

Las Hojas del Jardin de Morya I, La Llamada, sutra 309, 3. 1924, Agni Yoga Society, Nueva York. Foto: flores en el campo de Lugo, 22 julio 2010