El símil del sol vuelve una y otra vez en las palabras de Aïvanhov.

Y es aplicable en muchos sentidos: uno de ellos es el de dar sin pedir nada a cambio.

Dar luz, dar calor, dar vida.

Ese es un ámbito en el que también podemos participar los seres humanos.

Cada uno puede ser un pequeño sol, dando y dándose.

No es tiempo de tomar. Es tiempo de dar.

Traemos así la imagen del sol y de Dadi Janki, que con 97 años sigue dándose sin tregua.

Que su ejemplo inspire.


{jcomments on}«Jesús dijo: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto». ¿Pero que conocimiento podemos tener de la perfección del Padre celestial? La respuesta se encuentra en el sol: al mirarlo descubrimos que el Padre celestial es luz, calor y vida infinita. Y cuando Jesús dijo también: «Yo soy la luz del mundo», ¿qué es la luz del mundo si no el sol? Evidentemente, el sol con el que se identifica Jesús no es el que vemos en el cielo, es el Cristo, el sol cósmico del que nuestro sol no es más que un representante. Pero incluso siendo su representante, contemplándolo nos acercamos a la perfección del Padre celestial, de su vida, de su amor, de su sabiduría.

A través del sol, Cristo que es la emanación del Padre, no cesa de propagar sus bendiciones: cada día, su vida, su sangre fluye hacia la tierra. La tierra nunca es abandonada. Cristo bendice y vivifica todas las criaturas. Está al mismo tiempo en todo el universo y en todos los astros del cielo, y para nosotros, los humanos, se manifiesta particularmente a través del sol. Bienaventurados los que elevan y amplían su compresión de Cristo, porque es su alma que elevan y engrandecen.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: foto de Dadi Janki, directora administrativa de Brahma Kumaris World Spiritual University