Con frecuencia, en medio del bosque y de la naturaleza nuestro estado interior se aquieta.

El silencio circundante entra en nosotros y nos traslada a otro estado mental y físico.

Sentimos que ese silencio nos repara y nos nutre.

Hoy Aïvanhov nos habla del respeto que merecen los seres que habitan esos lugares.

Nos anima a caminar conscientes de lo sagrado.

Y lo sagrado, tarde o temprano, “viene a derramar sobre nosotros sus regalos de gozo, luz, amor, energía pura”.

Lo sagrado, en realidad, está en todas partes cuando el respeto y el amor nos acompañan.

Pero en el silencio se manifiesta en su mayor esplendor, y entra en nosotros, obrando en nosotros.

Entonces, si, viviremos con un sentimiento más vasto de la vida.

«El silencio está poblado por innumerables seres: en los bosques, los lagos, los océanos, las montañas, y bajo tierra también, el Creador ha situado habitantes por todas partes. Incluso el fuego está habitado, el éter, el sol, las estrellas, todo el universo está habitado. Entonces, donde quiera que vayáis, a las montañas, a los bosques, a las orillas de los ríos, a los lagos o a los océanos, si queréis manifestaros como un hijo de Dios que aspira a una vida más sutil, más luminosa, no turbéis el silencio de estos lugares. Mostraos conscientes de la presencia de las criaturas etéricas que los habitan. Cuando os acerquéis a ellas, empezad por saludarlas, testimoniadles vuestro respeto, vuestro amor, y pedidles que os den sus bendiciones. Maravilladas por vuestra actitud, estas criaturas, que os perciben desde lejos, acudirán a derramar sobre vosotros sus regalos: el gozo, la luz, el amor, la energía pura. Y volveréis a vuestra casa con un sentimiento más vasto de la vida.»

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Foto: Camino Ortiz en La Barranca (Madrid), 17 septiembre 2014