Los seres humanos llegamos y nos vamos del mundo desprotegidos.

Entre el nacimiento y la muerte todos tenemos alegrías, pero también todos estamos sometidos a la enfermedad, a la pérdida, a la tristeza.

Nadie escapa al dolor profundo en algún momento de su vida.

El ser humano y todos los seres que sienten merecerían por ello la mayor compasión, en la forma en que tantas veces insiste el Dalai Lama.

Esa compasión debiera llevarnos a la ayuda plena, al apoyo, al amor.

Sin embargo, en la vida diaria los seres humanos nos hacemos daño sin cesar.

Un día, cercano al fin, queremos reaccionar, pero ya es demasiado tarde.

Ayudaos unos a otros, amaos unos a otros, se nos ha dicho.

La mirada de Jesús es la de la compasión.

No debemos dejar pasar un día más sin hacer nuestro Su mensaje.

Todavía estamos a tiempo de ayudar y de amar.