El pensamiento de hoy habla de padres e hijos pero es aplicable a todos los ámbitos de la vida.

Con frecuencia oímos que la mayor conquista del ser humano es la de uno mismo.

Esa conquista supone alinearse con lo mejor nuestro, que en estas notas identificamos con el Yo superior, con nuestro lado divino.

 

Solo así ordenados tenemos capacidad para educar, para dirigir.

 

Desde el desorden no es posible transmitir orden.

Desde la ignorancia no es posible transmitir sabiduría.

Si no estoy en mi eje, estoy desencajado.

Es bueno preguntarnos, antes de actuar: “¿Qué me mueve a ello?”, y también “desde qué energía trabajo?”.

«Los padres, así como los educadores, se ocupan de los niños, y esto está muy bien; para desarrollarse, los niños necesitan que se ocupen de ellos. Pero sus padres y sus educadores ¿acaso han trabajado primero sobre ellos mismos para poder mostrarse a la altura de su misión? No, a menudo han vivido y continúan viviendo de cualquier manera, y han permitido que el desorden se apodere de ellos; y ahora, dan ejemplo a los niños con un comportamiento deplorable que influencia muy negativamente sobre su psiquismo, lo que repercute incluso en su salud. Aquél que pretende educar a los niños, debe saber que deja sobre ellos huellas de lo que él mismo es. Debe por tanto comenzar por efectuar su propia educación, de otro modo, es exactamente como si quisiera quitarse una pequeña mancha del rostro con las manos manchadas de carbón; todavía lo ensucia más.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Parc Natural Montseny, Barcelona, 1 febrero 2015 (Xènia Pallarès)