Pocas personas como Yogananda han interpretado los Evangelios con tanta claridad.

El texto de hoy contiene sabiduría para toda una vida de trabajo.

Vivimos en la ilusión, de espalda a nuestra realidad. Solo basta echar un vistazo a nuestro alrededor y escuchar lo que hablamos, observar lo que hacemos, penetrar en nuestro pensamiento fragmentario y divisorio. Contemplar nuestras expresiones… Como colectivo somos un mendigo en las calles del tiempo, como bien apunta Yogananda.

Es triste.

Pero frente a este estado de cosas, existe una divina filiación que podemos reivindicar y trabajar.

Existe la posibilidad de salirse de la ilusión atroz y plana, que nos mancha una y otra vez: recordar la divina filiación de la Conciencia Crística para volver a ser.

Esa filiación exige ciertas renuncias: a la mentira, a la ofuscación, a la avidez, a la codicia, al odio, a lo zafio.

¿Seremos capaces de renunciar? ¿Queremos realmente purificar nuestra mente para convertirnos en habitáculo que reciba y refleje la luz de Dios?

Los seres humanos son en esencia hijos de Dios, reflejos inmaculados del Padre que no han sido manchados por la ilusión, los cuales se han convertido en “hijos del hombre”al identificarse con el cuerpo y olvidar su origen en el Espíritu. Quien está cautivo de la ilusión es simplemente un mendigo en las calles del tiempo; pero así como Jesús recibió y reflejó —a través de su conciencia purificada— la divina filiación de la Conciencia Crística, así también todo ser humano, por medio de los métodos de meditación del yoga, puede purificar su mente y convertirse en una mentalidad diamantina apta para recibir y reflejar la luz de Dios.

Paramahansa Yogananda, “El yoga de Jesús”, Self Realization Fellowship 2009, p34. Foto: niños bhutaneses del distrito de Phunaka, 7 mayo 2010. Autor: Jorge Tamames

{jcomments on}