Aïvanhov nos habla hoy de la cadena viva de la que somos parte.

Podemos ser muy conscientes de los seres que nos rodean: los árboles, las plantas, los animales, los seres humanos, que perciben nuestra armonía o desarmonía.

Son nuestros hermanos y hermanas, se nos dice, sobre los que también podemos proyectar consideración y amor, como deberíamos hacer entre nosotros.

Esa relación con todos los seres que sienten puede ser sagrada, casi mágica.

Al percibir esa cadena viva seremos mucho más conscientes de todas las manifestaciones de la vida, vibraremos de un modo distinto en este mundo.

Es la magia que lleva a la comunión y a la serenidad, objetivos más permanentes que la difusa felicidad.

El ser humano tiene un gran privilegio en la jerarquía viva, y también una gran responsabilidad, primero para elevarse de acuerdo con su potencial, y después para el trato con los reinos inferiores.

Cuando somos receptivos, cuando somos puros, las corrientes divinas nos llegan y nuestra relación con todos todos los demás seres podrá ser vivificadora.

Los primeros en resucitar en vida, en recibir el gran regalo, seremos nosotros.

Los diferentes reinos de la naturaleza, con las criaturas que los habitan, están unidos entre sí. Seamos o no conscientes de ello, los seres que están por encima de nosotros, como aquéllos que están por debajo de nosotros, están unidos a nosotros. Existe una jerarquía viva en la naturaleza, y gracias a ella, gracias al vínculo que nos une con todos los seres superiores, tenemos posibilidad de elevarnos. Pero también estamos unidos a todos los seres que están bajo nosotros; los animales, las plantas, las piedras, y este vínculo es extremadamente poderoso.

Si nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestros actos son honestos y puros, recibimos del Cielo fuerzas benéficas que se derraman en nosotros a través de esta cadena viva e ininterrumpida de criaturas. Pero las corrientes divinas no se detienen en nosotros, nos atraviesan y descienden hasta las criaturas situadas por debajo nuestro e igualmente unidas a nosotros en los reinos animal, vegetal y mineral. Es así como cada estado armonioso que estamos viviendo influencia beneficiosamente, no sólo a los humanos de nuestro entorno, sino a todos estos hermanos y hermanas que son también para nosotros los animales, las plantas y las piedras.

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: escena de «El árbol de la vida», de Terrence Malick