Hoy se nos habla del Yo superior, “una parte de Dios mismo”.

El ser humano puede habitar las regiones inferiores y las superiores.


El lunes hablábamos de los peldaños que nos llevan a las superiores, donde contactamos con el Yo superior.

En la consciencia del alma, el ser humano conecta con su realidad espiritual.

Lejos de renunciar a la vida material —necesaria para nuestra manifestación aquí en la tierra–, el hombre que vive en la consciencia del alma espiritualiza la materia.

Surge entonces la sagrada fusión y la manifestación de un ser humano pleno.

Somos alma, pero el libre albedrío nos permite también vivir ajenos a ella, de espaldas a ella.

“Si habitara en nosotros, haríamos maravillas”, se nos dice.

«Esta entidad a quien llamamos nuestro Yo superior y que somos nosotros, una parte de nosotros, no habita sin embargo en nosotros. Si habitara en nosotros, haríamos maravillas. Solamente de vez en cuando viene y se manifiesta; de vez en cuando entra en contacto con nuestro cerebro. Pero como el cerebro todavía no está preparado para vibrar perfectamente al unísono con él, no puede acogerle y entonces el Yo superior no puede permanecer, se va; pero continúa trabajando con nuestro cerebro y le prepara para poder resguardarse en él.

Cuando nuestro cerebro esté preparado, nuestro Yo superior, que no es más que una parte de Dios mismo, vendrá a instalarse en él, y entonces comprenderemos que en las regiones superiores de nuestro ser, somos realmente uno, fusionados con la Divinidad.»

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Foto: Picos de Europa, agosto 2014