El pensamiento de hoy nos sugiere hacer espacios de encuentro y comunión.

Cada día tiene muchas ocasiones, que dejamos pasar, para conectarnos con lo elevado, con lo divino.

En el trabajo, en las comidas, en el transporte, normalmente estamos absortos en nuestros problemas y preocupaciones, y la mente funciona en modo automático, inconsciente.

En los momentos de ocio y descanso la sociedad como conjunto se distrae con ocupaciones muchas veces prosaicas cuando no banales, y esa distracción puede durar, sin que nos demos cuenta, la vida entera.

Pero el día nos ofrece muchos momentos para introducir en nosotros la paz interior y la armonía, y para buscar la conexión con el Ser.

Cuanto más nos unimos al mundo de la luz más nos impregnamos de sus características de pureza, luminosidad, altruismo.

Nuestras células se movilizan entonces a una cualidad superior, que nos aproxima a la realidad espiritual y reduce el peso de la materia.

Poco a poco esta práctica producirá cambios profundos en nosotros y la armonía vendrá primero fugazmente y luego a instalarse definitivamente en medio de lo que antes era caos.

Porque los que han hollado ese camino nos hablan del gozo de la comunión.

La práctica espiritual es difícil, evidentemente, pero todavía se ha vuelto más difícil por el hecho de que aquellos que deciden consagrarse a ella, no saben cual es la actitud interior más conveniente. Están ahí, apresurados, crispados con el pensamiento de que tienen innumerables cosas que hacer y no consiguen alejar todas estas preocupaciones. En su inconsciente, en su subconsciente, hay algo que les bloquea y les impide obtener resultados.

Evidentemente, la vida actual, con su ritmo acelerado y las múltiples obligaciones que impone, no favorece las actividades espirituales que requieren que uno sepa liberarse de las preocupaciones diarias y encontrar otro ritmo más armonioso. Pero aquél que durante media hora, una hora, se acostumbra a introducir determinadas condiciones de paz interior, no sólo logrará unirse al mundo de la luz, sino que después asumirá todas sus obligaciones profesionales y familiares más fácilmente. Cada cosa debe ser realizada en el lugar y momento oportunos.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Foto: en el camino al Kanchenjunga, Sikkim, India, 8 mayo 2005