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El sueño, al igual que la nutrición, puede ser vivido en un plano más elevado que el puramente físico.

Es un plano que nos conecta con los mundos sutiles.

Durante el sueño podemos trabajar en otro ámbito, y podemos ser alumnos de la escuela del amor, de la sabiduría y de la verdad.

Antes de dormir hemos de ponernos conscientemente en disposición de estar en esa escuela, al servicio de fuerzas superiores.

Por la mañana, al levantarnos, dediquemos uno o dos minutos a estar en silencio, preparándonos para el nuevo día, recogiendo la energía que nos viene de las regiones sutiles que puede que hayamos contactado durante la noche, recomponiendo lo aprendido en esa escuela para consagrar el día a un ideal.

Hagámoslo con la mayor consciencia, sin permitir que el flujo mental se enganche ya en las responsabilidades del día.

Escuchémonos pronunciar la palabra “gracias” mientras nuestra mente piensa en el compromiso con ese ideal.

Porque los días, en su sencillez, pueden ser milagrosos.

Cada día es una nueva existencia: cada mañana nacemos al mundo, cada noche abandonamos el mundo, y es importante vivir bien este momento porque prepara las condiciones para el día siguiente. Cualquiera que sea el modo en el que hayáis vivido el día, en el momento de dormiros, esforzaos por desechar todo lo que pueda oscurecer vuestra conciencia. Invocad los mejores pensamientos y los mejores sentimientos para que os acompañen durante este viaje sagrado que vais a hacer al otro mundo. Al día siguiente, comenzaréis la nueva jornada con sensaciones de paz, de luz, de alegría.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86). “Caminad mientras tengáis luz”, p55, colección Izvor, Editorial Prosveta. Imagen: intura de Nicholas Roerich: Boris and Gleb, 1942