Los seres humanos tenemos nuestras dos dimensiones, la material y la espiritual.

Pasamos la mayor parte del tiempo en la material, ignorando la espiritual.

Un día comienza la integración entre ambas, la alineación de alma con los cuerpos físico, mental y emocional.

Cuando esa alineación tiene lugar, el ser humano inicia el camino de regreso.

Es entonces cuando comienza a percibir que la identificación con lo material es maya, ilusión.

Aïvanhov nos habla de la visión completa de las cosas, que nos permite atravesar la zona de percepciones ilusorias para alcanzar a las regiones del alma y del espíritu.

En esa regiones hay certeza y comunión. Hay sabiduría en vez de ignorancia. Hay paz y propósito. Hay comprensión.

Nos esperan cada día, como un camino siempre dispuesto ante nosotros.

El camino nos llama y cuando acudimos a esa llamada, nuestra vida cambia ya para siempre.

No basta con que una enseñanza iniciática os instruya sobra la existencia más allá de vuestro cuerpo físico, sobre vuestros diferentes cuerpos sutiles; debe proporcionaros criterios para discernir la calidad de vuestros estados de conciencia, de las emociones y de los pensamientos que les corresponden; y debe también proporcionaros métodos para desarrollar los órganos espirituales gracias a los cuales podréis atravesar la zona de las percepciones ilusorias para alcanzar con certeza las regiones del alma y del espíritu.

A fuerza de trabajo, de ejercicios, llegará un día en que veréis las realidades del mundo psíquico y del mundo espiritual con la misma claridad, la misma exactitud y la misma precisión que las realidades del plano físico. Es entonces cuando contemplaréis la verdadera vida, tendréis una visión completa de las cosas, y cuando debáis explicarlas o describirlas, presentaréis la realidad exacta.

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: “Sign of Maitreya” (1926), pintura de Nicholas Roerich