Podemos tener un pequeño altar sagrado en nuestra casa, un lugar de recogimiento e introspección.
Pero además de ello podemos siempre llevar ese altar en nuestro interior.
En cada amanecer, en cada puesta de sol, en muchos momentos a lo largo del día hay momentos para la conexión.
Cuanto más nos conectemos más natural será estar en nuestra consciencia superior, en la consciencia del alma.
Los problemas de la humanidad no se encauzarán hasta que más y más personas estemos buscando nuestro centro, con la mejor limpieza y honestidad.
Desde la consciencia del alma hay otra energía.
Nuestro altar podemos llevarlo a todos lados.
Supongamos que tenéis en vuestra casa un icono, una imagen santa; cada mañana, cada tarde, encendéis un cirio ante él y le rezáis para que os proteja. Pero ¿qué creéis? No es el icono en sí mismo quien os protegerá, porque el icono es un objeto sin vida. Lo que os protegerá, es este estado interior dentro del cual vuestra oración, vuestra meditación os habrán sumergido, así como las huellas que permanecerán en vosotros y que os conducirán por el camino de la luz, del amor y de la paz. Sí, solamente vosotros, gracias a la unión interna que establecéis con el Cielo, podréis hacer verdaderamente algo por vosotros. Las estatuas, las imágenes sagradas, sólo son un punto de partida, un soporte.
Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86): pensamientos cotidianos. Foto: atardecer en Benarés, India, 28.4.2010