Hoy traemos esta analogía de elevarse para acceder a las regiones puras y luminosas.
No es fácil en el mundo actual, rodeado de polución y contaminación física y mental.
Transitar esas regiones requiere estar centrado y discriminar cada día lo importante de lo trivial, lo puro de lo impuro, controlar el ego para que surja el Ser no contaminado.
Y sin embargo es la única fórmula para recuperar el equilibrio y la fuerza.
Hay que cerrar los sentidos a ciertas llamadas y activar el diamante interno.
Se nos han dado herramientas que no usamos.
Nuestra contribución, aunque parezca fútil, es importante.
La atmósfera terrestre está formada de diversas capas. En las capas más bajas se acumulan deshechos, polvo en donde pululan los microbios. Pero cuánto más nos elevamos, más entramos en regiones puras y luminosas. Como la atmósfera, el ser humano también está formado, en el plano psíquico, de varias capas, de varios niveles. En cada nivel habitan criaturas diferentes, y tan pronto se manifiestan unas, como tan pronto se manifiestan otras.
Cuando nos elevamos interiormente, las criaturas de los niveles inferiores no pueden seguirnos, porque más allá de un cierto nivel no pueden respirar, igual que los microbios, que no pueden sobrevivir más allá de ciertas temperaturas. Así pues, cuanto más ascendemos, más nos liberamos, porque en cada paso hacia la cima, las entidades inferiores se ven obligadas a abandonarnos: no pueden respirar en las capas superiores de nuestra atmósfera.
Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86), Pensamientos Cotidianos, www.prosveta.es. Foto: niños en la unidad de desnutridos del centro de salud de Pilkhana (Fundación Ananta-Colores de Calcuta), 5 mayo 2010