Volvemos hoy sobre la armonía que puede presidir nuestra vida.

Ayer se nos habló de caminar con consciencia, de alimentarnos con consciencia, de respirar con consciencia.

De buscar el alma del otro cuando le hablamos, más allá de simplemente hablarle.

De poder vivir en equilibrio dentro del caos aparente.

Cuando esa armonía se produce, emitimos paz, que es nuestra verdadera esencia.


El torbellino de la vida puede engullirnos, y figuradamente daremos más y más vueltas dentro de la centrifugadora.

Pero también podemos dar un paso atrás para que no nos engulla, para estar en armonía.

No es algo que podamos comprar. Debemos producirlo dentro, en nuestro interior más sagrado.

«¿Por qué es tan necesario vivir en la armonía? Porque es un estado que desencadena una serie de reacciones físicas y químicas en el organismo que ocasiona que todos los procesos fisiológicos se realicen de este modo más correctamente. Vivir en la armonía significa haber decidido experimentar el poder del espíritu, el poder del alma, del pensamiento y del sentimiento sobre el cuerpo físico. ¡Cuántas personas se trastornan porque no cesan de alimentar en ellos pensamientos y sentimientos caóticos! No han comprendido que son las fuerzas maléficas las que les están destruyendo, y continúan buscando por todas partes el motivo de sus enfermedades. Deben comprender por fin, que son sus pensamientos y sus sentimientos quienes les ponen enfermos y les impiden ser alimentados.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: costa alicantina, junio 2013 (Jaime Blanco)