Hoy se nos habla de ese otro mundo, que está ta lejos y tan cerca.

Vivimos la mayor parte de nuestra vida de espaldas a nuestra naturaleza espiritual.

El inmenso cielo, el inconcebible universo, la unidad, la belleza, todos ellos pasan en gran parte desapercibidos.


¿Cómo subir desde el sótano a la azotea para ver la inmensidad del horizonte? ¿Sus colores, sus mensajes?

¿Cómo dejar de reptar para volar?

Hay una plenitud a nuestro alcance. Nos espera pero ocurre que vamos en sentido contrario.

Hay un reino en el que vivir plenos, aquí y ahora, en la tierra.

«A pesar de lo que piensen los humanos, siempre es posible encontrar el medio de satisfacer las necesidades espirituales. Precisamente porque son espirituales: el alma y el espíritu viven en la inmensidad, el infinito, la eternidad, escapan a las condiciones materiales, ¡son libres! Podéis ser rechazados o podéis veros privados de un título o de un puesto en la sociedad, pero nadie puede impediros que os sintáis hijos o hijas del Padre Celestial y de la Madre Divina. Os pueden negar la posesión de algunas hectáreas de terreno, pero nadie puede privaros de la contemplación del infinito del cielo. Y si llegáis a contemplar esta inmensidad, experimentaréis una plenitud que no os daría la posesión de toda la tierra.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: el Cervino desde Zermatt, Suiza,, junio 2011 (foto de Jonás Cruces http://www.todovertical.com/)