«Al aceptar morir en la cruz, Jesús hizo un sacrificio sobre el que debemos meditar para medir toda su grandeza y asociarnos a él con el pensamiento. Pero en la nueva vida que Cristo nos propone ahora, no es recomendable quedarse en el suplicio de la cruz, porque Cristo se manifiesta también, a través de la luz, de la belleza y del gozo. En la nueva cultura, es el pensamiento de la gloria de Cristo el que debe alimentar nuestra vida interior. El Cielo se alegrará al ver que dejamos de abrazar el polvo y de arrodillarnos ante las tumbas, porque nos destina el más grandioso futuro.
Si existen muertos de los que debemos ocuparnos, no son los de los cementerios, sino aquellos que están enterrados en nuestro fuero interior: nuestros viejos hábitos, nuestras viejas concepciones erróneas. Son éstos los muertos que debemos buscar para acabar con ellos. Cuando lo consigamos, nosotros entraremos también en la gloria de Cristo.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: río Parga en los aledaños de la ermita de San Alberto entre Bahamonde y Guitiriz (Lugo), 18 de marzo de 2016 (cortesía de Koldo Aldai)