Hoy se nos habla de trabajar por una idea divina.

Es posible hacerlo desde cualquier ocupación y trabajo, procurando que cada acto y cada intercambio sea hecho desde la mayor pureza.

En toda profesión y en toda actividad humana, podemos trabajar consciente o inconscientemente.

Todos podemos trabajar para una idea divina: el cartero, el conductor de tren, el funcionario, el banquero, el político, el médico…


La idea divina es: hacer mi trabajo con honestidad plena, con limpieza de corazón, con amor.

Es sobre todo aprovechar cada intercambio con otra persona para intentar darle lo mejor mío (el alma) y sacar lo mejor suyo (el alma).

El trabajo divino está aquí, en el día a día.

Se nos ofrece esa posibilidad, que nos conducirá a la luz, la paz y la alegría.

Y un día, bellamente se nos dice, nos acogerá nuestra patria celestial.

La dirección que tomáis, la idea por la que vivís y trabajáis, esto es lo que debe ser esencial para vosotros. Si trabajáis para una idea divina, ella es la que os conducirá hacia la luz, la paz y la alegría.

Pero ¿acaso se enseña a los humanos todas las ventajas que obtendrán si trabajan para una idea divina? No, se les enseña cómo ganar dinero, satisfacer sus ambiciones y su ansia de placeres. Entonces los años van pasando,… y un día descubren que aquello que vivieron no era la vida verdadera. Pero es un poco tarde para realizar este descubrimiento. ¡Cuánto tiempo perdido! Mientras que para aquel que avanza alimentando una idea divina en su cabeza y en su corazón, esta idea es como una luz que le muestra el objetivo a alcanzar al mismo tiempo que ilumina su camino. Y un día, a pesar de los obstáculos, siente que es acogido en su patria celestial.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta.  Imagen: Peñalara-Claveles, Sierra Madrid, 25 noviembre 2010 (foto de Jonás Cruces  <http://www.todovertical.com/> http://www.todovertical.com/ <http://www.todovertical.com/> )