Hoy se nos habla de las entidades luminosas que habitan las altas montañas.
Shamballa en la leyenda y Shangri-la en la ficción, permanecen vivos en la imaginación de algunos hombres como mundos de luz y propósito en los que todo es puro y noble.
Las entidades luminosas se revelan, se nos dice, a aquellos que se han comprometido con el mundo de la luz.
Pero con frecuencia los humanos todo lo embrutecemos y las entidades desaparecen.
¿Queremos ennoblecer nuestra vida? ¿Queremos que esas entidades nos arropen a nuestro paso? ¿Queremos contactarlas desde la sutileza y el respeto?
Ese contacto puede transformar nuestras vidas para hacernos descubrir la Vida.
Pero para ese contacto necesitamos renunciar a nuestra forma más grosera y limpiarnos por fuera y por dentro.
El simil de la montaña es también aplicable a la planicie: nuestras palabras, nuestros actos, nuestros silencios, pueden contribuir a aumentar la cacofonía general, pero también pueden contribuir a la regeneración, a la descontaminación.
Se nos permite elegir.
Entidades muy luminosas, muy poderosas habitan las altas montañas; son atraídas por condiciones excepcionales de pureza que reinan en las cimas. Pero no basta con escalar tres o cuatro mil metros para entrar en contacto con estas entidades, pues éstas sólo se revelan a aquellos que se han comprometido con todo su corazón y con toda su alma en el camino de la luz. Muy poca gente sabe aprovechar las condiciones favorables que les ofrece la montaña para su evolución espiritual. Llegan hasta arriba para poder alardear enseguida de sus logros, para divertirse, para hacer ruido; no sienten la presencia de todas las entidades que habitan esas regiones, ni tampoco tienen respeto alguno hacia ellas. Entonces la montaña que es sensible, inteligente, se cierra a ellos. Puede incluso suceder que estas entidades lleguen a abandonar las montañas, hartas de haber sido molestadas por esos animales que todo lo embrutecen: los humanos. Así pues, vosotros, al menos, intentad con vuestra actitud, mostrarles que apreciáis su presencia y su trabajo.
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Foto: en el camino al Everest, Nepal, 18 mayo 2004