“Nos elevamos hasta el Cielo para acumular tesoros, y volvemos después a la tierra para distribuirlos”.

El pensamiento de hoy nos invita a ser instrumentos en la distribución de tesoros, a ser mensajeros de buenas nuevas (de sabiduría).


Primero entramos dentro para unirnos a nuestro Yo, luego subimos arriba para unirnos al Alma Suprema, y luego volvemos al mundo para intentar ser instrumentos, para distribuir los tesoros.

Adentro, arriba y afuera. En esa secuencia, nuestro pensamiento y acción estarán impregnados de sabiduría y de pureza.

Esa es la hermosa secuencia.

Ese ese es el gran privilegio.

Y ese es el gran gozo.

«Múltiples actividades, múltiples encuentros pueden ser fuente de gozo para nosotros, pero sólo sentiremos los mayores gozos tratando de fusionarnos con la Divinidad. Porque si el Creador ha dado a sus criaturas unas posibilidades de gozo infinitas, ha reservado la mayor felicidad para aquéllas que, con su alma y con su espíritu, consiguen ser uno con Él. Y para que este gozo sea perfecto, aquél que ha vivido estos instantes de fusión en los que la luz y el amor divino han penetrado en él, debe esforzarse por irradiarlos a su alrededor. Porque lo propio de la gracia divina es no aceptar ningún límite: busca por todas partes aperturas por las que penetrar para alimentar a todas las criaturas.

Los gozos que podemos experimentar son numerosos. Pero no existe mayor gozo que el de llegar a unirnos a la Divinidad y hacer participar después a los demás de este gozo, compartir con ellos lo que hemos recibido. Este gozo toma pues en realidad dos formas: nos elevamos hasta el Cielo para acumular tesoros, y volvemos después a la tierra para distribuirlos.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: mujer trabajando en Salgaon, Rajhastan, India, 17 febrero 2014 (Javier León)