Los seres humanos hacemos permanentemente promesas que no cumplimos.
Pero cuando no cumplimos la ley del karma o de causa y efecto se pone silenciosamente en movimiento, y más adelante nos exigirá un pago como consecuencia del incumplimiento del compromiso adquirido.
Conviene tener muy en cuenta esta ley de que la promesa no puede incumplirse sin el acuerdo previo del beneficiario.
Porque cuando no se cumple, volverá indefectiblemente a nosotros, y con alta probabilidad cuando menos lo esperemos.
Por eso se nos recuerda que toda promesa es un lazo y que debe ser cumplida; y que no deben hacerse promesas que sabemos de antemano que no cumpliremos.
Hay contratos que no requieren papel y pluma, pero que son tan o más importantes que los escritos, aunque no podamos verlo porque pertenecen al mundo sutil.
La promesa es uno de ellos, porque cumplir las promesas permite vivir en verdad.
“Cuando hacemos una promesa a alguien, tenemos que esforzarnos en cumplirla. Muchas personas pronuncian hermosos discursos: prometen esto o aquello; prometer no es cuesta mucho. Evidentemente, es más fácil decir algo que hacerlo. Algunos, una vez que han prometido o que sea, se sienten tranquilos; ¿para qué ciumplir su promesa? Pues bien, sabed que para la Ciencia Iniciática una promesa es como una firma, un compromiso, un contrato. En el plano etérico, las palabras se registran y ocurre exactamente como si hubierais escrito esta promesa: nada ni nadie en el mundo puede liberaros, excepto la persona alas que se la habéis hecho. Si es noble, comprensiva, puede liberaros; si no, debéis cumplirla. Diréis: “Pero me dirigiré al Cielo, pediré al Señor que me dispense de esta obligación que he contraído”. Ni siquiera el Señor lo hará, porque no puede ir contra las leyes que El mismo ha establecido.
Ates de hacer una promesa os corresponde saber si podréis cumplirla. No digáis: “¡Bah, puedo prometer lo que sea, ello no me obliga a nada!”. ¡Pues si, obliga! Quizás en el plano físico, si no hicisteis esta promesa por escrito, no tengan pruebas para condenaros, pero en el mundo sutil vuestras palabras perdurarán para siempre. ¡No es un papel, sino una película la que habla! Si, vosotros y vuestras palabras habéis sido registrados”.
Omraam Mikhäel Aïvanhov, Reglas de oro para la vida cotidiana, p65, Colección Izvor, Editorial Prosveta Española. Imagen: niña en Kasenda, Uganda, 21 marzo 2015