Se nos habla esta mañana de reforzar a las entidades de luz que se hallan dentro de nosotros.

El diamante interior está a la espera de que limpiemo el polvo para permitirle ofrecer su brillo.

Es luz interior, que hay que encender y cuidar.

Permanecerá apagada si solo estamos conectados a la mente pequeña, calculadora, controladora.

Cuando nos conectamos a la mente grande, el horizonte se abre y vemos otra perspectiva, y se enciende esa luz interior sin nosotros ser conscientes.

Algo tan simple como el contraste entre un pensamiento egoísta y uno generoso: el primero marchita, el segundo sana, el proimero contrae, el segundo expande.

Las leyes de la vida son pocas, pero muy claras.

Sin pensar para nada en nosotros, podemos ser como luciérnagas que tan bellamente iluminan la noche.

«En vez de permanecer ocioso, perdiendo su tiempo y sus energías con actividades que no le aportan nada bueno, el ser humano, con su trabajo paciente e inteligente, puede reforzar considerablemente a ciertas entidades de luz que se hallan en él. Él mismo quizás sea débil, pero estas entidades son poderosas, y si les proporciona las condiciones necesarias para que manifiesten su poder, gracias a ellas irá por todas partes iluminando a las criaturas y preparando la llegada del Reino de Dios. Por el momento, ¿cuántos, entre vosotros, participan verdaderamente en este trabajo? Plantearos la cuestión con sinceridad. Todavía estáis indecisos, fluctuando al servicio de fuerzas ciegas. Consagraos de una vez al servicio de un ideal elevado – a la llegada del Reino de Dios, y no os preguntéis en quien os convertiréis. Este ideal os lo aportará todo.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: Camino de Santiago entre Itero de la Vega y Boadilla del Camino (Palencia), 22 de julio de 2014 (Trish Spoto)