El pensamiento de hoy nos llama a recuperar la capacidad de hacer magia.

Nos dice: podéis ser como el sol, podéis irradiar luz, calor, vida.

Vuestras manos, vuestra mirada, vuestra voz, pueden ser instrumentos de esa vida.

Podemos dar o podemos tomar. Y la enseñanza dice: “da hasta darte entero”.

Cada uno de nosotros puede ser ese pequeño sol que da luz, calor, vida.

La humanidad se regeneraría enseguida, con fuerza, con alegría.

Y aquel que se convierta en ese pequeño sol vivirá siempre la gloria, también aquí en la tierra.

¿Por qué contemplamos la salida del sol? ¿Por qué nos concentramos en él? Para aprender a movilizar todos nuestros pensamientos, todos nuestros deseos, todas nuestras energías, y orientarlos hacia la realización del más alto ideal. Aquél que trabaja para unificar la multitud de fuerzas caóticas que tiran de él en todos los sentidos para lanzarlas en una dirección única, luminosa, salvadora, se convierte en un foco de luz tan poderoso, que su presencia, como el sol, es capaz de irradiar a través del espacio. El hombre que logra dominar las tendencias de su naturaleza inferior, puede extender sus beneficios sobre toda la humanidad y se convierte en un sol. Vive en tal libertad, que amplia el campo de su conciencia a todo el género humano al que envía la superabundancia de luz y de amor que brotan de él.

Omraam Mikhäel Aïvanhov 1900-86. Imagen: pintura de Nicholas Roerich: Northern Midnight, 1940