El camino de las alturas, del amor y de la sabiduría: esa es una vía.

Nos parece lejana y llena de obstáculos y con frecuencia la noche es oscura.

Pero en la altura la nieve nos guiña con millones de destellos.

Y el cielo es azul y el aire está limpio y puro.

En cada tarea humana hay un objetivo que podemos situar en las alturas. Es un ideal.

Mantener ese ideal, a pesar de los inevitables tropezones y el cansancio, es llevar una batería dentro, que no se apaga.

Los pies en la tierra, la mirada en el cielo: he ahí un gran secreto.

La verdadera evolución es una ascensión continua. Pero durante esta ascensión cada uno pasará inexorablemente por altos y bajos, subidas y bajadas; debemos saberlo para no desanimarnos y perseverar. Un día, habrán más subidas que bajadas, y Dios, como un padre benevolente, perdona a sus hijos que reconocen sus errores y deciden corregirlos.

Es imposible elevarse sin ningún desfallecimiento. Lo esencial es haber emprendido el camino de las alturas, el del amor y de la sabiduría que conducen a la verdad. Si mientras estáis en este camino debéis retroceder, no es grave. Lo esencial es que mantengáis la misma orientación, que conservéis presente en vosotros el mismo objetivo, el mismo ideal, que siempre tengáis la mirada fija en la cima a alcanzar.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta.  Imagen: Peñalara-Claveles, Sierra Madrid, 25 noviembre 2010 (foto de Jonás Cruces  <http://www.todovertical.com/>