Ayer en el encuentro de la paz Sister Jayanti habló de las atracciones y distracciones que tiran de nosotros.

Es como si cada mañana alguien preparase una agenda para tenernos distraídos, alejados del núcleo.

El pensamiento de hoy habla de centrarnos, para buscar el centro divino que hay en nuestro interior.

Podemos hacerlo en nuestra vida cotidiana: en el trabajo, en las relaciones, en la familia.

Al buscar ese centro recordaremos poco a poco quiénes somos.

Pero necesitamos estar atentos y no dirigir la atención a todo lo banal y a todo lo que nos distrae, a las baratijas del mundo.

Porque realmente cuando buscamos el centro divino en nuestro interior, todo empieza a ordenarse y entonces, se nos dice, sí que podemos hablar de armonía, de paz.

Es una medicina poderosísima, infalible, y además gratis.

Cada día, esforzaos por alcanzar el centro divino que hay dentro de vosotros. Entonces, todas las partículas de vuestro ser, todas las fuerzas que circulan en vosotros, se armonizan y ordenan con respecto a este centro divino alrededor del cual deben gravitar. El secreto de la vida espiritual consiste en convocar a esta multitud de elementos inconexos que están dispersos en todas direcciones, y hacerlos girar en torno a vuestro sol interior, igual que los planetas giran en torno al sol cósmico. Entonces sí que podemos hablar de orden, de armonía, de paz, podemos hablar del Reino de Dios: porque hay un centro, hay un sol, un núcleo en torno al cual todos los demás elementos encuentran su sitio y la trayectoria a seguir.

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: escena de «El árbol de la vida», de Terrence Malick